El agua es un recurso natural escaso. Históricamente, ha estado asociada al desarrollo socioeconómico de la sociedad y constituye uno de los soportes medioambientales imprescindibles para la vida.
Previamente al año 2010, el agua de abastecimiento de nuestra localidad procedía íntegramente del Canal Imperial, constituyendo un agua que, durante los períodos de avenidas y estiaje, presentaba una alta turbidez y dureza. Desde 2010, el agua de abastecimiento de Zaragoza y
municipios de alrededor, incluidos Cuarte de Huerva, Cadrete y María de Huerva –que actualmente constituyen una Mancomunidad de Aguas- proviene del pantano de Yesa, situado en el Pirineo. El agua recorre una distancia aproximada de 146 km. hasta llegar a nuestra localidad, previamente mezclada con el agua del Canal Imperial, donde más del 60% es agua del citado embalse. Con esta operación se redujo la dureza del agua de 36 grados franceses a 15, pasando a ser un agua de abastecimiento tradicionalmente dura a una dureza intermedia.
El agua bruta llega a la Estación de Tratamiento de Agua Potable, donde se le aplica un tratamiento de precipitación química con sales de aluminio y polielectrolito, se le añade ácido clorhídrico para ajustar el pH, se somete a una filtración en arena de diferente granulometría y
finalmente se produce una desinfección del agua a través del hipoclorito sódico. El agua cumple debidamente con los estándares de
calidad dictados en el RD 140/2003 –y posteriores modificaciones- que, tras la incorporación del agua del embalse de Yesa, sitúa tanto a Zaragoza como los municipios de alrededor como una de las aguas de mejor calidad de España. El control de dichos parámetros de calidad se lleva a cabo tanto a través de un autocontrol diario, como el ejercido de forma periódica por el Ministerio de Sanidad a través del Colegio de
Farmacéuticos de Zaragoza.
No existen evidencias científicas de que el agua embotellada sea más sana que la del grifo. La cantidad de cloro presente en el agua del grifo, según la normativa, oscila entre 0,2 y 1 mg/L, por lo que no tiene ningún efecto perjudicial para la salud, no obstante y según las últimas publicaciones científicas, la presencia de cloro libre en el agua es un garante de desinfección y, por tanto, tampoco conlleva ningún riesgo de
transmisión de la COVID-19. La extracción del agua mineral que será embotellada supone una presión antrópica sobre su entorno natural, con el consiguiente gasto en un tratamiento previo al embotellamiento, al transporte y los productos plásticos derivados para embalajes primarios y secundarios, que encarecen su precio y lo hace menos sostenible para el Medio Ambiente.
Según el Ministerio de Sanidad, el precio del agua embotellada ronda los 21 céntimos por litro de media a precio de supermercado, mientras que pagamos unos 1.57 euros por cada mil litros de agua del grifo, a 0.0015 céntimos por litro.
Para finalizar, conviene nombrar un dato de interés: el consumo medio anual de agua de grifo por habitante de la Mancomunidad en 2019 es de aproximadamente 320 L/día, donde se incluyen usos domésticos, actividades industriales, piscinas, riegos y otros servicios. El dato referenciado no se refiere a gasto por persona en su hogar, sino al conjunto del gasto de agua que implica nuestro modelo socioeconómico, por habitante y día.
El agua es un bien natural escaso, vulnerable y codiciado y es el propio usuario quien debe ejercer un uso responsable y racional de los recursos, para que las generaciones futuras puedan disfrutar de un medio ambiente sostenible y de calidad.
*Firma artículo: Marcos Martín.